El refrán que reza el título, bien ha tenido que perpetuarse en la mente de quien ha decidido poner fin a la encina (Quercus rotundifolia) situada al final del Carril del Tiznajo (Lorca) y ya estará apilada en suculentos troncos para leña. La historia que lleva detrás donde ha pasado tantos años, bien puede contarse en su memoria.
Dicha encina, que familiarmente la llamábamos la carrasca, estaba ubicada junto a tierras de cultivo y frutales y con ella quiso pagar el abuelo de mi abuela, o sea, el tatarabuelo familiar a un buen médico que intentó sanar a la tatarabuela, quien falleció finalmente a causa de la enfermedad. El trato llevado a cabo en aquel entonces, era proporcionar las tierras una vez fuesen disfrutadas por su hijo José Gallego, padre de mi abuela Isabel.
La carrasca fue plantada por el tío de mi madre, siendo por aquel entonces un jovenzuelo llamado Antonio Gallego, conocido por siempre como `El nene´ y hermano de mi abuela.
Ya con la carrasca hecha una señorita del campo, dando voz a verderones, mirlos, estorninos y chamarines que en ella se refugiaban, mis abuelos Isabel y Federico, siguieron cosechando las tierras y viviendo en la casa, si bien, ese usufructo quisieron revertirlo y comprar la casa, pero no pudieron al pertenecer la misma a una escritura no segregada y sin margen a ello por parte de la treintena de herederos descendientes de la familia del médico.
Recordando mi infancia en épocas vacacionales, junto a la carrasca había un carruaje de madera obsoleto lleno de cañas cortadas del cañaveral cercano, una acequia que regaba ciruelos, naranjos limoneros, olivos, rosales, perales, higueras y dependiendo de la época, cultivos como alcachofas o patatas.
Ahora bien, y resumida la historia familiar que había detrás de éste árbol singular, me ha encantado saber que desde la Plataforma por la Calidad del Paisaje de Lorca, instaron al Ayuntamiento para adecentar la encina y protegerla con un vallado perimetral y su correspondiente cartelería. Aunque no haya sido así finalmente debido a ser ya parte de un terreno privado, chapeau por la Plataforma porque me hubiese encantado visitarla con ese nivel de protección. Ahora, me tocará quedarme con ésta otra imagen fotografiada por mi hermana Mar no hace mucho tiempo.
A día de hoy y si uno busca en Street View, puede ver la imagen que captó el coche de Google en 2011 y que será actualizada próximamente…. una lástima que ese árbol centenario quede emplazado en el mejor de los casos, para dar calor en una chimenea anónima.
En memoria a la familia Gallego.